Fecha: 10/03/2015 Fuente: www.abc.es
Ciudad de Huete, provincia de Cuenca. A unos tres kilómetros por la carretera que va de esa ciudad hacia la capital de la provincia, un matrimonio convirtió hace decenios un espacio en su morada. Una casa, viñas, unos pinos, nuevas vidas… Un buen vino, esa era la idea. Viñedo inicial de tempranillo y garnacha. También alguna variedad foránea, y a una altitud entre novecientos y mil metros esa cabernet sauvignon se comporta sobresaliente, pero sin jactancia. Buenos vinos, eso sí, hasta que escribimos de Gran Calzadilla y eso es, hoy, un gran vino que asoma extraordinario después de dieciocho meses en barrica y unos cuantos años en botella sin soltar palabra. Y ahora es ahora, cuando la finura me embarga, cuando las notas de fruta negra en nariz sueltan sus aromas junto a trazas balsámicas, y las especias se apuntan a la fiesta, y en la boca aparece (o me parece) esa ciruela piel morada casi negra, bien madura, esa destreza de sabores, esas alabanzas. Lo de las alabanzas es cosecha propia, porque cuando estuve en esa casa hace más de diez años ya bendije todas las estancias, como cuando en Cuenca probé por primera vez el Gran Calzadilla. Cuando probé toda esa elegancia.
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